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En el verano me estrujaron el corazón

El invierno llegó a la ciudad en pleno verano, cuando mi cara nublada con sus estragos de tormenta se asomó por la ventanilla del camión y vislumbró el mar de su extenso puerto. Especialista en fingir sonrisas por motivo de un curriculum dedicado al servicio al cliente, en el trabajo me costaba esbozar cualquier simulación de alegría. Absorta en los recuerdos, me olvidaba del punzante cansancio en las plantas de los pies, y en la universidad, los maestros abrían y cerraban la boca frente a la clase, explicando no sé cuántas teorías de comunicación. Ausente, alejada y patética hasta el fin. Pero no estaba deprimida. Reconozco con la memoria de los sentires, cuando una tristeza de esas proporciones se asoma por las orillas del corazón. En realidad, estaba desencantada y destrozada por el monstruo del desamor. Resulta que el viajecito a Ciudad de México había sido el más profundo fracaso en mi historial de aventuras. De todos los chilangos ajetreados, uno me usurpó la paz al rob...

"Un Dios olvidado"

E n un principio creó Dios los cielos y la tierra. Hizo la luz y la noche, dividió el mar del cielo para darle forma a su invención y colocó nubes que cumplieran el ciclo de alimentar con lluvia a toda la vegetación que crecía de entre los poros de la tierra. Después vino el tiempo a su orden, y le dio nombre a todo con lo que adornó las paredes y el centro del mundo. Nadó en el mar, se recostó en la arena sobre la que reposaban los océanos, y caviló su creación desde una montaña. Sorprendido a causa de su propia magnificencia, sintió que faltaba vida que caminara por los pastos verdes del suelo, así que creó a los animales. Estos cumplían con las fases de la tierra, pero solo eran presos de sus instintos y necesidades, ignorando al ser supremo que les había brindado la vida. Entonces Dios creó al hombre a partir del polvo, y de una de sus costillas, creó a Eva. A ambos les dio el suficiente intelecto para que tuviera en la consciencia a su creador, pero no el poder para extend...

"La ciudad que siempre duerme"

Pancartas y cartulinas que reclaman un cambio son extendidas frente al palacio municipal. No son grandes lonas bien entendidas que se expresan legibles al aire, son un par de letreros fluorescentes escritos a mano alzada que son sostenidos por brazos que se entrecruzan para mantenerse unidos y sentirse multitud. En realidad, son solo quince ciudadanos que se manifiestan por una Ensenada libre de baches. Gabino Muñoz es el líder del grupo, vive en el poblado de Maneadero y cada mañana que hace su trayectoria hacia el trabajo se ve envuelto en un predicamento: estrellarse contra otro auto por evitar caer en los agujeros de la carretera de Chapultepec, o caer de lleno en ellos. Al pobre hombre se le han destrozado tantos neumáticos, que en el patio de su casa ya los enterró y pintó de colores para que sus dos hijas brinquen sobre ellos. Por eso una semana antes, ya fastidiado de la situación, Gabino creó un evento en Facebook con el objetivo de movilizar a un grupo de personas que l...

"Divina indiferencia"

La indiferencia se pasea por el metro y se inmiscuye entre el gentío. Mira sin moverse de su eje, como si no lo hiciera, pero más que eso, atisba prolija a una anciana encorvada que apenas se para, rodeada por jóvenes y viejos; todos con la conciencia extraviada y los ojos ensimismados en las pantallas brillantes que les ciega la vista y la mente; que les extingue veloz la consciencia y los deja huecos, sin sentido, sólo con las venas por las que circula su sangre, y un cerebro desconectado del corazón que les impide empatizar con la anciana que ve, desde abajo, un tubo inalcanzable para sus manos. Por eso su cuerpo se tambalea y de forma involuntaria, parece a punto de azotar sobre el suelo. Algunos miran de reojo la manera en que la anciana se aferra a los asientos para no caerse; pero a nadie le importa y se hacen de la vista gorda. Prefieren no ceder el asiento y entregarse a la indiferencia que convenien...