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Mostrando entradas de marzo, 2020

Mariana y su vagina

Un roce provoca que mi carne entreabierta humedezca el algodón que la cubre. Mariana, todavía una niña, me restriega sobre un borde suave a través de movimientos sutiles. Ahí, gracias a su curiosidad latente, conozco ligeramente el placer. Ella, llevada por la sensación agradable de la fricción, afanada después en apaciguar el cosquilleo que le incito, se complace con cualquier borde que la antoje. Un buen día dejo de ser acariciada, y con el pasar del tiempo ausente de placer, Mariana y yo nos olvidamos de las sensaciones, volviéndose éstas profundos recuerdos en la memoria de los sentires. Crecen sobre mí vellos chinos que me protegen del mundo y del aire, y me resguardan tras una cortina salvaje y natural. Pronto, de mi cielo se desprende la certeza de fertilidad: gotas de sangre espesa me llueven. Las expulso lento, al ritmo de los espasmos que Mariana experimenta aterrada. Siento el calor de su vientre adolorido, los escalofríos de miedo y frío tibio, de herida y desconcertada. El...